Hacia el fin de la tierra

Recopilado de National Geographic . Viajes Edición Especial : Camino de Santiago

La abrupta Costa da Morte aguarda a los peregrinos que escogen acabar el Camino de Santiago entre acantilados y playas infinitas.

El misterio siempre ha rodeado la ruta que alcanza el Cabo Fisterra. Este Camino , ya descrito en crónicas del siglo XII , conducía a los peregrinos a un promontorio considerado, hasta el descubrimiento de América, el finis terrae de la Península. La senda cautivó a aquellos romeros y, durante la época del romanticismo, a quienes la recorrían atraídos por el paisaje y los dramáticos naufragios ocurridos allí y que acabaron otorgando el nombre de Costa da Morte a este litoral. Los caminantes actuales siguen fascinados por este itinerario, considerado el epílogo de la ruta jacobea, que también puede concluir en Muxía. La vía ha ido ganando relevancia en los últimos años , y se afirma que uno de cada diez peregrinos sigue hoy hasta el faro. Esta prolongación desde Santiago hasta el mar ( unos 110 km) invita a revivir tradiciones como el baño ritual en el océano o la contemplación del sol sumergiéndose en las aguas del Atlántico.

El Final es el Origen‍

La particularidad del Camino a Fisterra es que no termina en la capital compostelana, sino que empieza en ella, concretamente en la emblemática plaza del Obradoiro. Abandonamos el entorno urbano por la rúa de San Lorenzo, un frondoso lugar cargado de simbolismo para Galicia y cantado por la poetisa Rosalía de Castro en su obra Follas Novas. Tras pasar junto a unas antiguas curtidurías – hoy rehabilitadas – que mueve el río Sarela , y atravesar un bosquecillo , una senda asciende hasta el Sarela de Baixo, que depara una vista espléndida de la catedral compostelana.
A través de la suave Terra da Mahía , y saltando de puente en puente y entre robles y eucaliptos, se alcanza el Alto do Mar de Ovellas, con la providencial fuente de Santa María Trasmonte, que ofrece agua fresca en la cima.
Tras disfrutar de la vista, hay que seguir hasta el pueblo de Ponte Maceira, con su icónica estampa del Puente viejo del siglo XV sobre el río Tambre , y continuar los 4 km restantes para concluir la etapa en Negreira, una villa a orillas del Tambre, idónea para pernoctar la primera noche, tras 21 km de ruta.

A Por un nuevo día‍

Cuando amanece, los peregrinos salen de la localidad bajo el arco almenado del Pazo do Cotón y, siempre guiados por mojones con flechas compostelanas, durante dos horas caminan entre bosques como el de A Barcala. A partir de Vilaserío, desaparecen los árboles y el horizonte se aleja en la meseta Xallas, de tradición ganadera y con parcelas agrícolas que enlazan acogedoras aldeas como Maroñas, Santa Mariña, Bon Xesús, Abeleiroas… Así se llega a Olveiroa, a 33 km de Negreira, otro fin de etapa emblemática , donde los edificios de piedra rehabilitados acogen cálidamente a los caminantes. La visión nocturna de sus hórreos iluminados puede ser uno de los recuerdos más bellos de esta ruta jacobea.
En este punto del viaje se penetra en los montes de Buxantes, antaño guarida del fiero Vákner, un monstruo mencionado por un peregrino armenio del siglo XV y que , según explica la leyenda , impedía el paso a los caminantes.
Tras superar algunas lomas se alcanza Hospital, donde se halla la bifurcación hacia Fisterra , a 29 km, o hacia Muxía , 24 km, la otra posible meta de este Camino. El primer ramal sigue un tramo de la calzada primitiva, jalonada por dos ermitas con sendas fuentes: As Neves y San Pedro Mártir. Después de recorrer 8 km entre soledades, nos asomamos por fin al mar desde lo Alto da Armada, contemplando a nuestros pies la ría de Corcubión y, al fondo , el ansiado cabo Fisterra.
Las villas de Cee y Corcubión están unidas por un agradable paseo que va bordeando la ría. La primera es moderna y comercial, mientras que Corcubión es un conjunto más histórico , con casonas solariegas y edificios de galerías acristaladas, sin olvidar la iglesia gótica de San Marcos, que custodia una imagen del santo, se dice que traída por unos condes venecianos.

A las Puertas de Fisterra‍

Al borde ya de las aguas del Atlántico, varías playas invitan a buscar una vieira para colgarla de la mochila antes de entrar en Fisterra , a 10 km de Corcubión. En esta villa marinera, la oferta para los peregrinos es abundante en muchos sentidos , incluído el gastronómico. Pero lo más importante en este punto de la ruta es que la carga iniciática del viaje culmina al llegar a la capilla del Santo Cristo de Fisterra. Por último , se contempla en silencio la puesta de sol desde la playa de Mar de Fóra o desde el monte del faro, donde los peregrinos cumplían con una antigua tradición. Se trataba de quemar las vestimentas para significar que dejaban atrás lo que habían sido y empezaban una existencia renovada. Hoy sin embargo las autoridades instan a desistir de tal rito para no llenar la zona de desperdicios y porque conlleva un alto riesgo de incendios en un terreno muy batido por el viento y ecológicamente frágil.
En la actualidad sabemos que no es el punto más occidental de la Península Ibérica , pero tiene ese simbolismo de final irrebatible, pues la valla que aparece ya es líquida.
De todos modos , para muchos el camino y la experiencia no concluyen en Fisterra , sino que deciden continuar hasta la villa de Muxía, un poco más al norte. Una opción es caminar siguiendo la Costa da Morte; otra posibilidad es andar por el interior , tomando aquel ramal que partía de la localidad de Hospital y que atravesaba aldeas rurales, como Ozón y, los Moraime, ambas con una iglesia románica.
Llegados al término municipal de Muxía, los pasos se encaminan hacia el Santuario de Nosa Señora da Barca, reconstruído en 2015 y última meta devocional del viaje. La leyenda relata que la Virgen llegó hasta este lugar remoto para confrontar al apóstol Santiago , y lo hizo a bordo de una barca de piedra cuyos restos se conservan junto a la capilla. Su ubicación nos regala otra privilegiada oportunidad de disfrutar del entorno, sentados junto a las llamadas ¨ piedras del milagro¨ y con las olas rompiendo a nuestros pies.